Hoy he conocido a un señor. Iba pasando por ahí y me cautivó. No sé por qué, pero su música me hizo voltear y quedarme ahí, parada justo en frente de él y verlo tocar una y otra vez melodías de amor. Saqué de mi monedero unas monedas, de esas que siempre sobran y se las deposité en el estuche de su violín. Me agradeció con una sonrisa y seguí observándolo. Me contó que ese violín se lo regaló su padre, que él también era músico y que era la única herencia que le había dejado. No sé si me entiendes niña bonita, pero aquí nadie aprecia ya a un viejo músico como yo. Ésta música ya a nadie le importa. Y hablamos de otras cosas, del gobierno y la pobreza y cómo había inmigrado a ésta gran ciudad. Quiso dedicarme una canción y cuando terminé me fui, agradeciendo a la vida por dejar que ese señor me sacara hoy, una sonrisa.
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