Siempre tuvo una fascinación por los libros de Julio Verne. Creía fervientemente que su escritor favorito había creado una máquina del tiempo y lo que plasmaba en los libros no era más que lo que había visto. Leía esas historias y se imaginaba el protagonista de cada una de ellas. Él era de ésos que en lugar de leer el periódico, leía a Julio Verne por las mañanas mientras tomaba su café. Sufrió cuando uno de los exploradores se separó del grupo en Viaje al Centro de la Tierra, quiso convertirse en astronauta cuando leyó De la Tierra a la Luna, odió al Capitán Nemo en Veinte mil Leguas de Viaje Submarino y disfrutó los acertijos en La Isla Misteriosa. Quiso ser como Julio Verne, viajar, conocer tierras inexploradas, pero lo que él más quería era todo eso, era que se volviera realidad.
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