+ Lo sé, ya debería estar ahí, pero es que el tráfico está imposible.
- Apresúrate. Y colgó sin dejar que le contestara.
Las manecillas de su reloj se movían lentamente, tomaba un sorbo de café y miraba alrededor. Y se seguía preguntando por qué estaba ahí, esperándolo. Después de casi una hora de esperar y dos tazas de café, tomó un billete de su cartera y lo dejó en la mesa. Salió de ahí apesadumbrada, con las manos frías.
- ¡Taxi!.
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