viernes, 3 de febrero de 2012

La pastelería.

F. siempre había estado enamorado de la chica de la pastelería. Todas las mañanas cuando salía de su casa, era la misma rutina: caminaba dos cuadras hasta encontrarse con ése aparador repleto de pastelillos deliciosos, recien hechos, horneados todos y decorados por ella. Los contemplaba, escogía uno y se decidía a entrar para comprarlo. Eso siempre lo hacía para poder mirarla un poco más a través del cristal, para que L. se diera cuenta que él estaba ahí. Ella, lo miraba sonriente, sacaba cuidadosamente el pastel de la vitrina y lo guardaba en una envoltura decorada con muchos colores. Al entregárselo, él esperaba que sus manos hicieran contacto, que hubiera cuando menos un pequeño rose... pero eso, ésta vez no pasó. Así que F. esperará hasta mañana, con la esperanza que quizá ese nuevo día, haga que sus manos se puedan encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario