Anoche, sí, fue ayer, soñé que te engañaba. Que te engañaba con tu recuerdo, con los besos dejados en mi piel, con los besos robados y con los besos que no te di. Soñé que te era infiel con los músculos de tu espalda, con el olor de tu cuello y con lo profundo de tus ojos, soñé que me dejaba acariciar por las ganas de hacerte el amor y que abrazaba el calor de tu piel.
Soñé que me tocaba tu sombra, que la nostalgia acariciaba mi cara y que tu respiración agitada rodeaba mi cintura. Te engañaba con tu caminar pausado y con tus ansias de tocarme, con el borde de tus labios y tu exceso de locura. Soñé que tu libertad me hacía suya, que me acurrucaba en el vientre de las veces que te dije que te quiero y que tu pasión me susurraba frases al oído. Es de esas veces que desperté de repente y me di cuenta que no estabas a mi lado, pero de ésas veces, que al despertar, sonreí al recordar mi sueño.
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