A los tres, me aventabas arena en el patio de juegos de la guardería, a los cinco lloramos juntos en nuestro primer día de clases en el jardín de niños y a los siete me correteabas en el recreo porque no te quería dar de mi torta. A los doce nos fuimos a la secundaria y te juntabas con una pandillita que se burlaban de las niñas y a los diecisiete, hechos unos manojo de nervios me pediste ser tu novia. Así pasando la vida, te conocí en tus múltiples facetas, de niño, de joven, de adulto, cuando quisiste ser revolucionario, cantante de una banda de rock y hasta el ganador de un premio Nobel. Fuimos juntos a la playa, nos aventamos a la alberca y nos pusimos una borrachera. Estuve en tu fiesta de graduación y hasta saqué a pasear a tu perro cuando te dio varicela. Tú, que estuviste ahí, tú que te enojabas, tú que sonreías, tú que caminabas por la orillita y tú que usabas lentes de sol. Tú que me gritabas desde la calle, tú que no me hablabas por teléfono a mi casa porque te daba pena y tú que me enseñaste a subirme a una patineta. Tú que me compusiste una canción y tú que te revolcaste en mi colchón, tú que abrías la cortina para que te viera la vecina y tú que de chiquito rompiste un costoso jarrón. Tú que te disfrazabas de payaso y eras todo un reaccionario, tú que eras todo y estás siempre en mi corazón. Eso amaba, eso amo y eso doy. Tú y tus múltiples tús.
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