¿Qué se le hace a las ganas de querer caminar hacia el otro lado? Combinar la rutina con una mojada de lluvia de vez en cuando, hablar sola en la regadera o caminar sin pisar la raya como juego. ¿Qué se hacen con las ganas de abrazar fuerte la almohada y fingir que estás ahí? Parafrasear las voces de otros en libros de historia, cambiar de auto, comprar en otro supermercado, cambiar de ruta para no encontrarme contigo. ¿Qué se hace con las fervientes ganas de cambiar la monotonía? De salir a buscarte, de probar otro sabor de helado, de viajar a otro lado.
¿Qué se hacen con las ganas que duelen? Un curita en la frente, un té de hierbas y una cobija en el sofá. Se hace nada o se hace mucho. Te quedas igual o te tachan de loco, miras más allá o sigues en el rebaño. Con las ganas se teje, con las ganas al final de cuentas hay que hacer lo que hacemos todos... saciarlas de algún modo. Así que no pintaré el cabello de azul ni nadaré desnuda en el mar. Más bien hay que buscarse otros brazos, otros besos y empezar a llamarte de usted.

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