martes, 17 de abril de 2012

Hace mucho tiempo ya.

No lo volví a ver desde el '94. Un día de la nada me dijo que lo iban a cambiar de escuela, que su papá había conseguido un mejor puesto en la empresa donde trabajaba y que lo iban a transferir a Guadalajara. Recuerdo que jugábamos en el patio a la hora del recreo y después de nuestro sandwich, él siempre sacaba dos barras de chocolate, su mamá se las ponía en la lonchera con la consigna que una me entregara una. "Se la das a tu amiguita", decía con una sonrisilla de complicidad. 
Eramos muy buenos amigos, nos escribíamos cartas y papelitos cuando la maestra no nos veía. La verdad es que esbozo siempre una sonrisa al acordarme de cuanto amaba él a los luchadores y decía que le daba un poco de tristeza no poder jugar conmigo a eso "a las niñas no se les pega, a las niñas no te les puedes montar en la espalda, a las niñas no hay que hacerles una llave, las niñas no usan máscara, ellas sólo usan maquillaje". 
Un día se rompió el brazo, iba bajando las escaleras y fue una inevitable caída ante el resbalón donde ni las manos metió. Fui a visitarlo, después de insistirle a mi mamá hasta con lágrimas que me llevara a verlo, pero primero pasamos a la juguetería. Salimos con una pequeña bolsa que dentro llevaba un luchador con una enorme capa roja y traje azul. Cuando se lo di, se puso muy feliz y me lo agradeció con un fuerte abrazo mientras nuestras mamás se miraban sonrientes. No lo volví a a ver desde el '94 y a la fecha no sé nada de él. Una amiga me comentó que un día lo vio en la calle Madero, que estaba guapísimo y que en  traía una camiseta con el estampado de un luchador de capa roja y traje azul.

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