Nunca abro la puerta. Nunca hablo con desconocidos. Nunca contesto el teléfono y ni siquiera sé porque tengo uno. A lo mejor para llamar a alguien cuando lo necesito. Soy un poco egoísta e imposible de localizar cuando me necesitan y me disculpo, a veces no es mi intención, lo juro. Como que en estos últimos días que han surgido nuevos proyectos, trabajos y amigos entrañables, me he propuesto contestar, ahora sí, hasta que veo veinte llamadas perdidas y diez mensajes nuevos. Pero luego viene el detalle de la batería, como no lo uso y jamás lo tengo cerca, olvido recargarlo y cuando voy a salir, no tengo pila y por eso no lo llevo. A veces sí, se queda en el fondo de la bolsa en modo silencio y adiós invitación para salir de fiesta este viernes. El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio.

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