Estaba enferma, enferma de hastío, enferma de café y mañanas de trabajo. Respiré profundo y miré alrededor en busca de testigos, para que nadie se diera cuenta, para que nadie criticara, para que nadie supiera. Abrí el último cajón del escritorio de mi oficina, saqué cuidadosamente una barra de chocolate a medio comer, le quite un poco la envoltura y le di una mordida. El chocolate se deshizo en mi boca y esa sustancia comenzó a recorrer todo mi cuerpo. Devolví la barra al cajón y lo cerré silenciosa. Me dibujó una sonrisa, por primera vez en el día. Dicen que no hay mejor medicina, que cura la tristeza, las aflicciones, la añoranza, la melancolía y por un instante, el horrible sentimiento de extrañar a alguien... Aquel remedio, casero o no, provoca que se extrañe menos, sí, quita las depresiones.
uhhhhh es muy bueno el chocolate, de todos los tipos, por cierto me abriste el antojo de un chocolate :O
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